La comunidad

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Cuentos en español/Spanish stories/La comunidad

Hace muchos años había un lugar precioso, con un río de aguas claras, unas praderas verdes con suaves colinas y un bosque hermoso lleno de árboles frutales. El río estaba repleto de peces grandes y diferentes flores de muchos colores lo rodeaban. No hacía demasiado calor en verano ni mucho frío en invierno, pero todavía no vivía nadie allí, porque aún no habían descubierto ese pequeño paraíso.

Un día, un grupo de aventureros que pensaban cruzar el continente desde la costa este hasta la costa oeste, pasaron por allí, pensando quedarse unos días a descansar. Allí tenían todo lo que necesitaban para vivir, así que decidieron quedarse una semana, luego pensaron que un mes no estaría mal y poco a poco fueron abandonando la idea de continuar, porque allí eran felices.

Durante este tiempo vivían de los peces del río y de las frutas del bosque. Dormían en las tiendas que llevaban consigo y no tenían más preocupación que la de buscar alimento cada día, pero, como decimos, eso no era tarea difícil.

Un día, decidieron quedarse definitivamente, así que pensaron que tenían que organizarse.

El primero en hablar fue Brody:

-Queridos compañeros de aventuras: Ya que hemos decidido vivir en este maravilloso lugar que por azar encontramos hace unos meses, tengo una idea que me gustaría proponeros. Para que la vida sea más fácil para todos, creo que deberíamos repartirnos las tareas de cada día. Así cada uno nos beneficiaremos del trabajo de los demás y tendremos más tiempo para disfrutar de este increíble lugar. Por ejemplo, a mí me encantaría dedicarme a hacer pan para todos. Tengo conmigo semillas de trigo, y si alguien me ayuda a construir un molino y un horno, os haré pan todos los días. Ése será mi trabajo.

Froilán fue quien habló en segundo lugar:

-Me parece una buena idea. Con las ovejas, las gallinas y los otros animales que traje desde la costa este, podré establecer una granja que nos proporcione a todos leche y lana para confeccionar la ropa.

Ferrito, un chico joven, pero decidido y con ganas de trabajar expuso su propuesta:

-A mí me encanta trabajar el hierro, puedo dedicarme a hacer herramientas para todos. Podría ayudar a Brody a construir su horno de pan y a Froilán a levantar las paredes y los techos de su granja.

-Con el bosque tan enorme que tenemos aquí, sería una pena no aprovechar su madera para hacer muebles y casas -se le veía eufórico a Woody- ésa será mi tarea.

-Yo recogeré las frutas y pescaré en el río, anunció Riverina emocionada, y todos podréis comer gracias a mi esfuerzo y a mi trabajo.

Maestina, que había llevado su colección de libros, también estaba dispuesta a colaborar:

-A mí me encantan los niños. Podría, si os parece bien, enseñar a leer y a contar a vuestros hijos. Sería un placer para mí dedicarme a enseñar.

Así, poco a poco, todos los hombres y las mujeres de aquella incipiente comunidad empezaron a comprometerse con alguna tarea que sirviera para el bien común.

Pasó el tiempo y empezó a difundirse la noticia de que existía un precioso lugar, donde se podía vivir muy bien trabajando y ofreciendo el fruto del trabajo a los demás. Así, empezaron a llegar más personas que ofrecían nuevos servicios. Todos estaban encantados con los nuevos habitantes ya que cada vez había más posibilidades para hacer cosas y gente nueva para conocer.

Pero un día de otoño, cuando la mayoría de los habitantes descansaban en sus casas después de una dura jornada de trabajo, llegó al pueblo alguien que cambiaría la vida de aquel pueblo para siempre. Decía llamarse Espe.

Esa noche se alojó en el Hotel de Nicasio. Después de pagar la habitación fue a la panadería de Brody y habló de esta manera:

-Buenos días. ¿Me podría decir usted por favor cuántas barras de pan tiene en este momento en la panadería?

Brody, sorprendido ante la pregunta contestó con sinceridad.

-Todos los días hago tres hornadas. En la primera hago cien barras, que se venden en tres horas más o menos. Ya he vendido quince, así que quedan ochenta y cinco.

-De acuerdo, contestó Espe. Póngame ochenta y cinco barras de pan. Le pagaré el precio de cada barra más una pequeña propina por las molestias. Así usted tendrá dos horas y media libres hasta la siguiente hornada. Podrá hacer en ese tiempo lo que le apetezca.

Brody lo pensó y no le pareció mal negocio. Más dinero, menos trabajo. Así que aceptó.

Brody pudo hacer algo que llevaba mucho tiempo sin hacer: pescar en el río. Ésa era su gran afición.

Cuando Espe salió de la panadería se dirigió a la granja de Froilán y le habló de esta manera:

-Buenos días, le veo muy ocupado y muy cansado, ¿por qué no descansa un rato?

Froilán le contestó apenas sin mirarle. Todavía le faltaba esquilar y ordeñar unas cuantas ovejas para poder ofrecer su lana y su leche a los habitantes del pueblo.

-No tengo tiempo. Pronto llegará el invierno y necesitaremos urgentemente la lana. La gente necesita leche para alimentarse. Cuando termine de esquilar y de ordeñar tendré que ir al mercado a vender los productos.

-No se preocupe por eso. -Espe parecía muy seguro de sí mismo-. Yo le ayudaré. Tome esta cantidad de dinero, es más del doble de lo que le darán en el mercado. Así tendrá más tiempo libre y podrá descansar un poco. Yo me ocuparé de todo.

Froilán dudó un momento. Más tiempo libre, más dinero. Parecía buena idea, así que aceptó. Esa tarde Froilán pudo echar una buena siesta.

Cuando Espe llegó a la Herrería de Ferrito, éste estaba sudando por el gran calor que producían los hornos en los que fundía el hierro.

-Hace mucho calor aquí. -Espe se secaba el sudor de la frente con un pañuelo-. ¿Por qué no apaga un poco el horno y sale a descansar al aire fresco?

-Imposible, -se le veía preocupado a Ferrito-, si no termino estas herramientas en una hora, no podré llegar a tiempo al mercado. ¿Qué hará la gente de nuestro pueblo si por mi culpa les falta lo que necesitan para construir sus casas?

-Si quiere, le puedo ayudar. Tengo una idea. Dentro de una hora vengo y yo me llevo las herramientas y las vendo en el mercado. Tome esto. Es bastante más de lo que conseguirá si vende todo. -Espe seguía sudando-.

-No sé que hacer. La verdad es que me vendría bien una ayuda. Y más tiempo. Y más dinero. Venga dentro de una hora y hablamos. -A Ferrito le caían por la frente unas gruesas gotas de sudor-.

Una hora y media más tarde Ferrito descansaba a la sombra de un árbol con una sonrisa y el bolsillo lleno de monedas.

Espe siguió visitando todos los talleres y tiendas del pueblo y a todos les ofrecía lo mismo. Más tiempo libre y más dinero: Woody por fin podría dejar sus herramientas y dedicarse a leer o a pasear sin tener que cortar madera durante horas y horas. Riverina ya no tendría que pescar y recolectar frutas sin parar en todo el día.

Todos estaban encantados. Trabajaban menos y podían dedicarse a sus aficiones, o simplemente a descansar: Espe siempre les pagaba más por sus productos.

Aquel día en el mercado Espe vendió pan, herramientas, leche, lana, madera, pescado, fruta... y el día siguiente ocurrió lo mismo y otro día también y al otro igual. Así pasaron unas semanas en las que el pueblo entero agradecía a Espe su ayuda y dedicación.

Pero un día las cosas cambiaron. Cuando ya todos estaban acostumbrados a su nueva y relajada vida, ocurrió algo inesperado.

Espe siguió comprando todos los productos que se hacían en el pueblo, pero a la hora de venderlos, el pan estaba más caro que antes, la leche costaba más y las herramientas estaban por las nubes. La madera tenía un precio altísimo. Comprar lana era cada vez más difícil. Y no digamos la fruta y el pescado.

“Comprar barato y vender caro” -se repetía a sí mismo Espe cada noche con una sonrisa-. “La clave del éxito”.

La gente del pueblo empezó a preocuparse. Necesitaban más dinero para comprar y tuvieron que empezar a trabajar más horas.

Aquellos tiempos de “menos trabajo y más tiempo libre” habían acabado para siempre. Woody y Ferrito empezaron a deber dinero a Espe. Brody y Froilán tuvieron que vender parte de sus negocios porque el dinero que les exigía Espe era demasiado para ellos.

Mientras tanto, Espe vivía como un rey.

Un día de verano, Brody empezó a pensar que aquello por lo que habían luchado durante tanto tiempo se estaba perdiendo. Lleno de tristeza fue al antiguo hotel de Nicasio que ahora era un bar. Espe lo había cambiado y reformado cuando Nicaso no pudo pagar las deudas que le exigía. “Por lo menos, -pensaba Nicasio-, me ha permitido trabajar de camarero.

Brody se sentó en una mesa y cuando estaba a punto de empezar a llorar, apareció Ferrito. Estuvieron durante un rato hablando de la nueva situación. De repente una sonrisa iluminó la cara de Brody. Recordando los tiempos en los que habían llegado a aquel pequeño paraíso, se le ocurrió una idea que no dudó en compartir con Ferrito.

-¿Te acuerdas, Ferrito, de aquellos días años atrás, cuando llegamos aquí por primera vez, cuando la vida era fácil porque trabajábamos para nosotros y cuando nos ayudábamos unos a otros?

-Aquellos tiempos ya no volverán. -dijo Ferrito con una sombra de tristeza dibujada en su cara-.

-No estés tan seguro. Escucha bien lo que te voy a decir.

Acercándose al oído de Ferrito, empezó a hablarle en voz baja. Mientras Ferrito escuchaba, una pequeña sonrisa se fue dibujando en su rostro. Los ojos de Ferrito brillaban otra vez: Tenían un plan.

Esa noche Ferrito fue a casa de Froilán, que aceptó ilusionado la nueva propuesta. Froilán corrió donde Woody que escuchó atento. Éste no dijo nada, pero cinco minutos después estaba en casa de Maestina hablándole de las nuevas posibilidades que se les abrían a todos. Riverina se emocionó al pensar que todo podría ser otra vez como antes. Nicasio, como el resto de la gente del pueblo, también se enteró con ilusión. El futuro tenía por fin otro color. Había que ponerse manos a la obra.

Sólo había una persona que estaba al margen de lo que iba a pasar.

Al día siguiente Brody fue a hablar con Espe.

-Nos gustaría pedirte un favor, estimado Espe. -Nada en el tono de su voz delataba a Brody-. Mi hija Magia parece haber encontrado el amor de su vida, a pesar de su juventud. Desde que vio a Virtos, el hijo de Froilán, no ha dejado de pensar en él. A Froilán y a mí nos encantaría ofrecerles una boda por todo lo alto, con un gran banquete nupcial en el que no falte de nada. Sólo en el antiguo hotel de Nicasio, ahora propiedad tuya, se podría hacer algo semejante.

A Espe la idea le pareció fantástica. Empezó a imaginar sus bolsillos aún más llenos de lo que ya estaban, así que contestó:

-Contad conmigo. Os ayudaré en todo lo que pueda.

La noche antes de la boda Espe la pasó trabajando en el hotel. Era la ocasión de ganarse a todo el pueblo, ofreciendo algo nunca visto hasta entonces. Trabajó sin descanso durante horas para que no se le olvidara ni el más mínimo detalle. A las nueve de la mañana todo estaba listo. Ya solo faltaba que llegaran los novios y los invitados. Con la satisfacción del deber cumplido Espe se relajó un rato. Aún faltaban algunas horas para la boda y se merecía un pequeño descanso. El sueño le venció y se quedó profundamente dormido.

Cuando despertó, aún no habían llegado los invitados. Todo estaba tranquilo fuera del hotel. No parecía el día de la primera gran boda que tendría lugar en aquel pueblo. Comprobó la hora que era y se extraño de no ver a nadie por los alrededores. Salió del hotel un poco preocupado y pudo ver que las calles del pueblo estaban vacías.

Se acercó a la casa de Brody y, cuando llamó, supo que allí no había nadie. Donde Froilán sólo le respondió el silencio. Las cosas de Woody y de Ferrito estaban en su sitio, pero no había rastro de ellos. Maestina, Nicasio, Riverina y el resto de la gente del pueblo había desaparecido. Aquello era un pueblo fantasma. Sólo el silbido del viento se quejaba de vez en cuando.

Espe subió a una colina cercana y desde allí pudo ver algo terrible: una columna de gente desfilaba silenciosa rumbo al oeste. Apenas llevaban nada consigo. Sólo la ilusión de empezar una nueva vida.

Pasaron dos semanas durmiendo bajo el cielo abierto. Se alimentaban de las pocas provisiones que habían sacado del pueblo y cuando éstas se terminaron, no les faltó el ingenio para encontrar lo que necesitaban en la naturaleza.

Ya se estaban acostumbrando a aquella vida cuando, un día, llegaron a un lugar precioso, con un río de aguas claras, unas praderas verdes con suaves colinas y un bosque hermoso lleno de árboles frutales. El río estaba repleto de peces grandes y diferentes flores de muchos colores lo rodeaban. No hacía demasiado calor en verano ni mucho frío en invierno, pero todavía no vivía nadie allí, porque aún no habían descubierto ese pequeño paraíso.


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