El 14 de noviembre, sin ningún motivo aparente, el teléfono se apagó y dejó de funcionar. Lo llevé otra vez al servicio técnico rápido de la compañía X donde lo volvieron a programar. Volvía a funcionar.

Más adelante, surgió otro problema: el teléfono no se podía desbloquear de la función “bloqueo del teclado”. Lo llevé al servicio técnico rápido de la compañía X. Allí me explicaron que a veces se bloquea y se puede desbloquear quitando la batería y volviéndola a poner. Así lo hice.

Así lo he tenido que hacer varias veces desde entonces, cuando era imposible volver a activar el teclado desde la función “bloqueo del teclado”. En estos períodos era imposible recibir llamadas.

Hace unos días, sin causa aparente, el teléfono se apagó después de cargar la batería. Al marcar el tercer número del código PIN, el teléfono se apagaba. Unas horas después, sin ninguna explicación lógica, el teléfono funcionaba correctamente. ¿Hasta cuándo?

No tengo confianza en un teléfono con tantos problemas. Un teléfono con poco uso, ya que sólo lo necesito para situaciones excepcionales. Un teléfono que no ha sido sometido a golpes ni a humedades.

Por todo ello, exijo que me cambien el teléfono, la placa, o lo que haga falta. No acepto una enésima reparación de un aparato que no sirve para lo que está fabricado.