Spanish stories - Ana y Fruta

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Cuentos en español/Spanish stories/Ana y Fruta

Había una vez una niña que se llamaba Ana. Un día salió a pasear por el bosque y llegó hasta un árbol muy grande y bonito. Se sentó a descansar al pie del árbol y escuchó una voz muy dulce que la llamaba:

-Hola Ana.

Ana miró alrededor y se quedó extrañada porque no veía a nadie. Un minuto después escuchó otra vez su nombre:

-Hola Ana

Miró hacia arriba y vio que una de las frutas de aquel precioso árbol estaba intentando hablar con ella:

-Hola Ana, yo me llamo Fruta y sé tu nombre porque les oigo a tus amigos llamarte cuando paseáis por el bosque.

Ana se quedó sorprendida:

-Hola Fruta, si quieres, tú también puedes ser mi amiga.

-Encantada, contestó Fruta. Cógeme y podremos jugar juntas.

Ana cogió a Fruta del árbol y empezó a jugar con ella. La lanzaba hacia arriba y cuando caía, Fruta se reía a carcajadas:

-¡Qué divertido!, Tírame otra vez, me lo estoy pasando pipa-pipota.

-Si quieres, podemos ir a jugar a un parque que hay cerca de mi casa.

Ana también estaba encantada de jugar con su amiga Fruta.

Así que fueron hasta el parque que había dicho Ana y cuando llegaron continuaron jugando. Fruta subía y bajaba y no paraba de reír.

-Ja ja ja ja.

Así estuvieron un buen rato hasta que de repente empezó a llover. Ya se había hecho de noche y Ana empezó a correr hacia su casa para no mojarse ya que no tenía paraguas ni impermeable.

Cuando Ana llegó a su casa se secó y se preparó para cenar.

-¿Qué hay hoy para cenar? le preguntó Ana a su mamá.

-Hay unos pocos espaguetis que han sobrado del mediodía, sopa y pechuga de pollo, contestó su madre.

Ana tenía tanta hambre que se lo comió todo.

-¿Qué quieres de postre?, ¿Quieres algo de fruta?

Al oír estas palabras de su madre, Ana se acordó de que había dejado a Fruta en el parque. Se levantó y salió corriendo a buscarla. Cuando llegó al parque era de noche, así que no podía ver dónde estaba Fruta. Tuvo una idea. Fue a llamar a su amigo Pepe que era electricista.

Cuando Pepe supo lo que pasaba tranquilizó a Ana:

-No te preocupes. Voy a coger un foco muy potente y ahora mismo vamos a buscar a Fruta.

Pepe cogió el foco, lo conectó al enchufe de su casa con un cable muy largo y los dos se fueron al parque. Cuando llegaron, empezaron a buscar a Fruta, pero no la encontraban por ningún sitio. Había una zona del parque a la que no llegaba el foco porque el cable no era suficientemente largo. Pero Pepe, que era un electricista estupendo, sacó un cable del bolsillo y con cinta aislante empalmó otro trozo de cable para poder alumbrar todo el parque con el foco. Al cabo de un minuto escucharon una voz. Era Fruta que llamaba a su amiga.

-Ana, estoy aquí, aquí, un poquito más a la izquierda.

Pepe alumbró hacia donde le decía la voz y encontraron por fin a Fruta.

Ana se puso muy contenta y empezó a lanzar hacia arriba a Fruta que estaba tan feliz que no paraba de reír.

Pero de repente ocurrió algo increíble. Justo cuando Fruta estaba en lo más alto y estaba a punto de empezar a bajar hacia las manos de Ana, se quedó suspendida en el aire, sin moverse, quieta, como si el tiempo se hubiera detenido para siempre. Fue entonces cuando apareció un hada madrina que habló de esta manera:

-Ana, eres una niña muy buena. Pide un deseo y te lo concederé.

El hada madrina desapareció en el mismo momento en el que Ana empezó a pensar lo que quería.

Fruta, que estaba quieta en el aire, empezó a bajar poco a poco. Pero, según bajaba, Ana pudo ver cómo le aparecían los ojos. Después le salió la boca, la nariz, las orejas. Fruta seguía cayendo y le empezaron a aparecer brazos en un cuerpo muy bonito. Las piernas con sus rodillas y sus pies aparecieron después. Tenía unas manos preciosas con sus deditos pequeños y sus uñas. Pelo, pestañas, cejas..., no le faltaba nada.

Cuando llegó al suelo, Fruta era una niña preciosa. Ana estaba tan contenta que abrazó a su nueva amiga llorando de alegría por el deseo cumplido.

-¿Tienes hambre?, preguntó Ana. Podemos ir a mi casa a cenar.

Cuando llegaron a casa de Ana, Fruta comió la sopa y un poco de pollo que había sobrado.

Aquella noche Fruta se quedó a dormir en casa de Ana y desde entonces son unas buenísimas amigas.


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